He vuelto a la tumba tras la iglesia de St Oswald
y he cruzado rápido el paseo de los narcisos.
Tu mirada perdona a los que se pierden,
¿pero qué hacemos los conocedores del camino, los cartógrafos,
los que no podemos detener el paso y,
solitarios como una nube, asombrarnos?

He vuelto
a la tumba a preguntarte y tu serena piedra
se revuelve como nunca: será para nosotros
el lirio marchito, el clavel que se desluce,
la solemne abulia, el espliego seco, el apartamento
entre murallas de acero.
Cerraré la cancela de hierro sin ruido y tomaré tu único regalo:
vuelvo a la ciudad con tu silencio tras la iglesia.

Tú guardas todos los secretos muerto entre narcisos
para un pastor más ágil,
para un peregrino más sereno.

por Juan Gallego Benot

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